viernes, 18 de noviembre de 2016

CRISTINA Y MAURICIO, LA VERDAD ES ESTA



¡Qué año nos tocó en gracia, mamma mía! Hay mucho para reflexionar y revisar y analizar y discutir y esto y aquello.
Me levanto temprano y me quiero programar para que sea este, hoy, el mejor día de todos. Al fin y al cabo es uno el que decide cómo va tomarse las cosas.
Me miro en el espejo mientras me cepillo los dientes y me digo que hoy voy a hacer lo que fuera que me toque hacer, de una manera increiblemente excelente, para dejarlos a todos con la boca abierta. Ufff, cuánta dosis de positivismo se me antoja sentir esta mañana.
Me alegro del sol, me alegro de los árboles que alcanzo a ver por la ventana.
Bendigo todo y a todos.
Mi desayuno es frugal pero feliz: una taza de té y dos galletas con mermelada. Eso nomás y ganas.
Salgo del edificio de departamentos y me encuentro con un bloqueo en la vereda: muchas personas se agolpan esperando su colectivo y no dejan pasar. Sonrío y entono un: permisoooo.
Hago la media cuadra antes de la calle principal.
En la esquina inmediata el semáforo me indica que todavía no puedo pasar, ahora sí. Ahí viene un camión repartidor de quesos y me está pasando muy cerca de la cara soltando grandes nubes negras de humo por el caño de escape.
¡Qué delicia! Sigo caminando.
Entro en un kiosco rápidamente a comprar unos chicles y, mientras espero mi turno, escucho la televisión: "Suben los precios nuevamente de todas las cosas. Organismos privados estiman que la inflación supera el ochenta por ciento y, en algunas provincias, como Mendoza, el noventa y siete por ciento, sobre todo en las verdulerías del centro que se estarían comiendo el abuso con productos básicos que, según ciertas fuentes, ponen en la balanza e inventan el precio y, además..."
Miro al kiosquero con expresión risueña y él me dice: Acaban de subir los chicles.
Los pago con algarabía, le doy un beso al buen hombre en la mejilla, para agradecerle y me voy de ahí brincando. Tengo que hacer unos trámites.
Me pedí una visa internacional con la idea de comprarme unas vacaciones en cuotas, porque las crisis pueden provocar también muchas ganas de descansar, así que tengo que ir al banco a retirarla.
¡Uy, cuántas colas! ¡Cuántas formas distintas tienen esas filas! ¡Cuán coloridas las ropas y las pieles de las personas que en ellas esperan su turno!
Voy de inmediato al coso electrónico que da los turnos. J-68 me toca en el ticket. En la pantalla el turno último de esa letra era J-07.¡A esperar!
Me pongo a observar a las personas y veo que algunas estan serias, otras enojadas, otras ni mal ni bien, pero ninguna, ninguna, está como yo: feliz de estar ahí, feliz de esperar, feliz de todo.
Me alegro por mí. Los demás un día, con suerte estarían así.
Paso toda la mañana en el banco y pierdo la oportunidad de comprar mis verduras con el aumento de precio, porque a esa hora, las dos de la tarde, toda la gente del centro se acuesta a dormir la siesta. Entonces recuerdo que me queda medio paquete de galletas de agua y un cuadradito de queso mantecoso. Me emociona recordar el sabor de las galletas con queso, será un gran almuerzo, histórico.
Llego a casa y descubro que mi memoria me ha gastado, como de costumbre, una broma. Las últimas dos galletas me las comí al desayuno, así que será sólo el quesito. Qué estupendo.
A las cinco de la tarde me voy a trabajar. El mejor trabajo del mundo. Vendedor ambulante de alfajores triples.
Vendo dos combos de diez pesos entre las cinco y las nueve y media.
Dos combos es mucho, esos dos clientes seguro comieron algo rico, sano, nutritivo y les es de ayuda para seguir con su día.
Me gusta imaginar cómo se los van comiendo y cómo disfrutan del sabor.
Lleguo a casa, más tarde, después de comprarme unas verduras para hacerme un guisito:
Un zapallito redondo, una zanahoria, una cebolla. Ah, saquemos lo de la cebolla, está fea, no la voy a poder usar. Arroz, tengo, ahí la memoria no me hizo de nuevo el chiste.
Bueno, ya casi he completado el día con mucho éxito en mi propuesta de la mañana, ponerle la mejor onda en este año tan especial. Un año casi sin Cristina, un año casi con Mauricio. Año estupendo. Al final la lección aprendida es que es lo mismo, no son ellos, es uno.
Yo sé como soy. Por suerte este ejercicio es sólo por hoy, mañana puedo ser como todo el mundo y quejarme de nuevo.
Voy a poner la sartén para empezar a saltear el zapallito. Uh. El encendedor perdió la minúscula piedrita, y bue' ya era hora de jubilarlo. Me concentro y señalo con el índice la hornalla copada, la potente: ¡fush!Se enciende.
Hace algo de calor. Me doy vuelta ahí mismo, elevo las manos y se enrrollan las dos persianas suavemente respondiendo a mi voluntad a distancia, la verdad me da paja ir hasta allá y levantarlas tirándo de las correas.
Piromancia, me encanta la palabra.
Bueno, mañana será otro día. Jueves, viene mi amiga.
No sé si decirselo o no, la verdad, no creo que me de bola.
Cada vez que le cuento a alguien lo que puedo hacer no me dan bola.
Ya fue. Me gustó el ejercicio feliz. Lo voy a repetir.
Lo tendríamos que repetir todos.
Fake it until you make it.


No hay comentarios:

Publicar un comentario