sábado, 19 de noviembre de 2016

COMPRA INTELIGENTE Y BIEN PENSADA



Lo que tiene este hiper-mega-mercado es que es tan grande que a veces no alcanza una sola jornada para recorrerlo todo y las cosas están puestas para que te distraigas y sucumbas a la belleza de los artículos decorativos, como esas fichas de ajedrez enormes por las que me moría de amor cada vez que iba.
Esta mañana entro, sin apuros pero tampoco paseando, tengo que comprar lácteos para los chicos. Son las once y media, a las doce y media los tengo que buscar por el colegio.
Me gusta tanto este tipo de vida que llevo, creo que soy tan afortunada.
Me casé con un abogado, la pegué como dicen las chicas y, la verdad, no tengo que esforzarme mucho en pensar ni nada.
Nunca me imaginé que siendo toda la vida de Santa Rosa iba a tener este porvenir tan cómodo. Es que, parecía que me iba a quedar ahí. Imaginensé: la menor de cuatro hermanos, mis padres eran grandes cuando me tuvieron, seguro me quedaba a cuidarlos y después a cuidar la casa, las plantas, regar la calle de tierra.
Pero era una vida que no quería, yo quería esto. Lo que tengo y que me esforcé en conseguir.
Mi peluquero dice que soy muy linda y elegante y que todo me queda bien. ¿Será?
Mi respuesta es sonreír y pensar siempre las palabras que sean más amables.
Eso me ha traído hasta donde estoy ahora.
A lo mejor mi marido no es el hombre más lindo del mundo, de hecho, quizás hasta ni me gusta, que digamos, mucho. Pero es bueno, es un buen hombre. Raro encontrar un buen hombre que sea también un buen abogado. Pobre, se la pasa todo el día en el despacho. Ya pienso que nuestra casa tiene varias sucursales y nuestra familia más miembros que los padres y los hijitos. Está Clara, la secretaria de mi marido que es como de la casa, es su mano derecha, es mi hermana, confío en ella y mi marido la quiere tanto, es como su "nena" más grande. Y está Joaquín, que es mi entrenador, amigo de mi esposo de toda la vida, un muchacho muy bien parecido, atlético, simpático, en el puedo confiar.
A lo mejor todo sea una ilusión, tengo demasiado. Pero me lo merezco.
Agarro los yogures y decido distraerme un poco viendo blancos.
Hay unas mujeres bolivianas comparando sábanas, revolviendo el mesón de las ofertas de toallones. Una me mira. Le sonrío y me pongo a examinar la calidad de un toallón. No me gusta, es vulgar, tiene un olor raro, pobre, sigo sonriendo y lo dejo donde estaba, la mujer me mira y le dice a la otra que vea aquello de allá. Se van. Menos mal, creo que no les agradaba mi presencia.
Uy, ya casi es la hora y todavía me queda ir a pagar la compra y buscar a los chicos. A esa hora el centro es un martirio de tránsito.
Agarro el celular que suena y suena. Joaquín. Hola bebé. Si, más tarde. Un beso.
Llevo todos los yogures y la leche para Martinita.
Estamos.
Llego a la fila. Las mujeres bolivianas.
Qué linda esas tazas de aquella góndola, voy a verles el precio. Esta caja está más desocupada, me quedo acá así salgo más rápido.
El truco es comprar lo que se viene a comprar, sin tentaciones, sin trampas.

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