jueves, 26 de enero de 2017

Las dudas



Pese a los ventiladores de paleta aguerrida, las dicroicas y el crepúsculo estival rivadaviense no daban tregua a ningún cuerpo asalariado del comercio. Sudábamos.
Ella tomó la lapicera. Frunció el seño. Se resopló el flequillo echándoselo para atrás.
Puso la primera letra en un pequeño papel: "E", en mayúscula, sobre una línea punteada, justo debajo de un "Valor $15".
Después de eso trazó una "n", posteriormente una "v".
Iba poco a poco acercándose, lentamente.
A lo lejos zumbaba un motor de heladera exhibidora.
Escibió con determinación una bonita, casi sensual "a".
Entonces todo se oscureció. Lo vi, lo vi en sus ojos, lo imaginé en su corazoncito de fiambrera.
Fueron eternidades cuánticas, millones de infinitésimas partes de un instante, la demora fue obsena, fue peligrosa. Su racimo de pensamientos se hacía jugo y se vertía por ese pesado flequillo que, rebelde, se negaba a subir.
Cansada tomó una resolución. Porque no importa el camino que tomes, todos los caminos llevan a Dios. Mi pequeña Juana de Arco, mi brillante Marie Curie, mi intrépida Yocasta.
Asió con apretado ademán la birome y escribió una "c", acompañándola, en seguida con una "e" y un punto final.
Agregó, sin mirarme a los ojos, pero como a la vanguardia de una batalla que supo perdida: "Me lo trae mañana a la mañana, ¿sabe? Que los de la Coca Cola son medio jetones".

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